1 thought on “La izquierda flagelante

  1. Quizá esa izquierda no está cogiendo el flagelo, sino apelando a formas retorcidas de legitimación. Situémonos en contexto: la civilización cristiano-occidental, pues efectivamente el cristianismo ha configurado nuestra civilización. Pero el cristianismo triunfó apelando a un orden moral (por mucho que a partir de un determinado momento también tuviese el poder militar detrás). Un orden moral cuyo fundamento es identificar al bueno con el que sufre, con el humillado, etc. Ese es el elegido de Dios. Luego, el que sufre, el humillado, etc., es el que está legitimado para hablar. A él le pertenece legítimamente el poder. Claro aquí tenemos una contradicción. Si tienes el poder no eres el humillado, el postergado. Pero entones entra en juego otro elemento: la farsa. Yo estoy en el poder, vivo en una sociedad rica, tengo una carrera, mi esperanza de vida al nacer se aproxima a los 90 años, etc. ¿Cómo puedo ser yo el humillado? ¿Cómo puedo tener derecho a hablar, al poder, a mandarte callar a ti? Muy fácil: mi colectivo (por ejemplo, las mujeres, otra mujeres) han sido históricamente humilladas, sometidas. Yo soy mujer. Luego yo soy una víctima. Luego yo puedo mandarte callar. Y soy hombre, blanco, heterosexual, clase media alta, ¿cómo puedo yo ser una víctima? Ah, soy catalán, víctima de España, y de esos andaluces que nos roban. Etc. Claro, esta espiral de victimismo tiene que tener un límite, un malo absoluto: el español. O el castellano. Conclusión: ser español o castellano se está convirtiendo en la única cosa honesta que se puede ser. Porque solo a los malos absolutos les está vedada la farsa. Solo a los malos absolutos les está vedada la apropiación del sufrimiento ajeno.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *