Iván Álvarez | El 3 de agosto del presente año apareció en El Papel el artículo de opinión Clara Breña titulado «¿Quién es esa España?». En su texto Breña afronta varias contradicciones en las que a menudo caen los independentistas —independentistas muy genéricos, pero se entiende—, algunas de ellas muy sangrantes: considerar a España como una mera abstracción pero capaz de oprimir a medio mundo; el uso torticero del concepto «Estado español», que curiosamente no emplean para hablar de otros países objetivamente más diversos o conflictivos como la India o Rusia; o aquellos que desean autodeterminación para sí mismos, pero aplican heterodeterminación para los demás. A grandes rasgos diría que estoy de acuerdo con el fondo del artículo, pero uno de los párrafos del mismo me rechinó especialmente. Dado que El Jacobino y la revista El papel son espacios de debate y difusión de ideas, qué menos que afrontar algún debate, y no solo polemizar «hacia fuera» sino también con quien a priori se comparte trinchera. El párrafo en cuestión dice así:
Y en concreto en Asturias, hasta se inventan un pastiche del bable, una especie de esperanto 2.0, que quieren convertir en lengua cooficial. Mi padre, asturiano de nacimiento, me ha contado en numerosas ocasiones cómo era incapaz de entender con claridad a una persona del pueblo de al lado; que me expliquen cómo con este panorama de caos de dialectos (caos en el buen sentido, llamémosle diversidad, que no quisiera yo pecar de asturófoba) es posible instituir como oficial una lengua común para un territorio si no es, directamente, inventándosela. Porque con esta multiplicación paródica no ya de los géneros —que Butler y esta gente tienen mucho más que ver de lo que creen— sino de los idiomas y las naciones, va a resultar profética aquella campaña publicitaria de Ikea: bienvenidos a la república independiente de mi casa.
Voy a saltarme la alusión a Butler, porque sinceramente creo que tiene muy poco que ver con el resto del texto, y explicarme me llevaría varias páginas. Aclaro de paso que en este artículo se usará el término «español» como sinónimo de «castellano», tal como recomiendan las diferentes academias de la lengua española de los países hispanohablantes, y no porque considere menos españolas a otras lenguas que cientos de miles de españoles hablan. Ahora, pongamos las cartas encima de la mesa.
El que aquí escribe es ovetense de nacimiento, y en ocasiones amesta (une, mezcla) asturiano y español. Entre los años 2016 y 2019 fui firme defensor de la oficialidad del asturianu. De hecho, ejercí como CM de un club de fútbol llamado Stiaua d’Asturies, que recibió un premio por su defensa y compromiso con la lengua asturiana. Podríamos decir, por tanto, que tengo un premio Andrés Solar de la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana por mi trabajo manejando redes sociales en lengua asturiana. A día de hoy confieso que el asunto de la oficialidad me resulta indiferente, y estoy lejos de considerarlo algo prioritario para una región que está a nada de bajar del millón de habitantes y con unas tasas de paro y pobreza crecientes. Por mucho que alguno insista en que la oficialidad será una dinamizador de la hostia —perdonen la expresión— de la economía y la sociedad asturianas, generalmente tomando como referencia comunidades con una situación sociolingüística muy diferente a la nuestra, lo cierto es que la oficialidad del asturiano no es ninguna prioridad a nivel económico ni social. En todo caso hablaríamos de derechos lingüísticos de una minoría, que no sería cosa menor, ojo.
Sé que este tema es sensible, dadas la coyuntura de auge independentista especialmente en Cataluña y las concesiones gubernamentales de la coalición PSOE-Podemos a los nacionalismos fraccionarios. Esto tiene su interés además por el actual proceso de reforma del estatuto de autonomía del Principado de Asturias, que incluye una propuesta de oficialidad a la gallega. Una vez expuestas las posiciones desde las que se habla entremos en materia.
¿Es el asturianu una lengua inventada?
No soy lingüista, pero me atrevería a decir que sí. Es más, técnicamente todas las lenguas son inventadas, no solo en tanto en cuanto son construcciones sociales e históricas, sino que suelen pasar por una determinada reglamentación y estandarización; el español también. Y si nos adscribimos a una izquierda que se dice materialista sería absurdo plantear que hay alguna reglamentación o estandarización ajena a cualquier tipo de interés de grupo, aséptica. El bable o asturiano que se haría oficial y en el que se escriben y traducen cada vez más obras no sería «un pastiche», sino un estándar construido sobre la base del asturiano del área central de Asturias, que es donde más población se ha concentrado históricamente. En Twitter, por ejemplo, es fácil encontrar divulgadores de la lengua asturiana que recogen testimonios en literatura y prensa escritos en asturiano de hace siglos, pero también de épocas más recientes, y a través del estándar se entienden perfectamente. Recomiendo la cuenta de Twitter correspondiente al siguiente perfil: @lenguaasturiana
Concedo que, en los procesos de estandarización de una lengua, igual que se hace con las «culturas nacionales» y sus cánones tradicionales, se puedan priorizar algunos elementos distintivos antes que los realmente constitutivos y característicos con intereses mezquinos. Pero creo que no arriesgo mucho si digo que ni mi colega historiadora —y paisana asturiana ¡por qué no decirlo!— ni yo tenemos los conocimientos suficientes para sentenciar que esto se haya hecho con la estandarización de la lengua asturiana.
¿Cuánta gente habla asturiano en Asturias?
Es difícil determinar una cifra. Partiré en este apartado de los datos arrojados por la III Encuesta Sociolingüística de Asturias, realizada por el Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad del País Vasco en 2017. Según esta encuesta el 34% de la población asturiana dice tener el asturiano como lengua materna, y hasta un 54% dice tenerla como una de sus lenguas maternas. En cuanto a uso cotidiano el asturiano es, de largo y debido a la diglosia, minoritario, pero no residual.
Por supuesto estos datos hay que problematizarlos, es obvio que una tercera parte de los asturianos no tienen la llingua «oficiosa» o «estandarizada» como lengua materna. De la misma manera que muchos hablantes nativos de español no hablan un español académico, sin faltas ortográficas ni errores gramaticales a veces de bulto. Por otra parte, en algunas zonas de España, como ocurre en Asturias, será bastante habitual la diglosia y además la mezcla o amestamientu entre la lengua de ámbito regional y el español.
La situación sociolingüística de Asturias se debe a un desarrollo histórico que parte de una gran masa de población que habla diferentes dialectos del asturiano pero que recibe escolarización únicamente en español. Y eso se da en buena medida hasta las generaciones que se criaron durante el franquismo. Con la llegada de inmigrantes en busca de empleo durante el desarrollismo y el incremento de la proporción de población urbana la composición sociolingüística de Asturias cambió completamente. No quiero decir con esto que el español deba considerarse extraño, postizo o impropio de Asturias, o que no se hablara español en Asturias antes del siglo XX. ¡Cómo obviar que algunas de las más grandes obras literarias y políticas en español han sido escritas en Asturias y por asturianos!
Lo que pretendo decir es que ese desarrollo histórico explica que lo más común a día de hoy sea gente que mayormente habla español, pero con algún vocablo en asturiano o alguna construcción gramatical propia del asturiano. De la misma manera no es difícil encontrar barrios de alguna ciudad, o pueblos donde la situación es a la inversa, donde se oye a gente que mayormente habla asturiano pero aderezado con vocabulario o construcciones gramaticales del español. Por ejemplo, el mismo día que escribo estas palabras, en mi barrio, relativamente lejos del centro de Oviedo, oí a un señor decirle a una camarera bromeando: «nun me hagas trampes»; ahí, lo único que podríamos decir que está en español es el verbo, el resto está en asturiano. Seguramente ese señor hable mayormente español, pero constantemente se le colarán palabras en asturiano. Y el que venga de fuera de Asturias tal vez no perciba esos detalles porque el asturiano y el español son lenguas objetivamente muy parecidas. De la misma manera al llegar a casa le sujeté la puerta del portal a un vecino y me respondió «gracies» (como curiosidad, antes de escribir «me respondió» en mi mente la construcción fue «respondiome»), sirva esto para hacerse una idea de cómo incluso los jóvenes de ciudad amestamos y nos rodeamos de gente que amesta.
Creo que todo esto que he expuesto es compatible con los datos presentados más arriba. Hay una parte de la población asturiana que oye o ha oído en casa mucho asturiano, generalmente mezclado con español pues sus padres y abuelos fueron educados en español, pero después por diglosia o porque simplemente piensa, habla y vive en español, habla mayormente español en público.
Propuesta de debate para una izquierda jacobina, y por ende radical y transformadora
Como colofón, saliendo ya de la polémica con Clara Breña y partiendo de que aspiro a una república socialista y unitaria —parafraseando a la compañera Paula Fraga en la presentación de El Jacobino—, quisiera plantear el debate sobre qué encaje tienen o deberían tener las lenguas españolas que no son el español en esa hipotética república socialista, unitaria y centralista. Partamos de una premisa obvia: hay miles de lenguas en el mundo, pero apenas un par de centenares de Estados; nuestras sociedades son plurilingües. Otra premisa: De los más de 45 millones de habitantes que tiene España, unos cuantos de esos millones hacen buena parte de su vida en una lengua que no es el español, o lo hacen en otra lengua además de en español. No hay que defender y proteger esas lenguas porque «son cultura» ni porque «la diversidad es per se buena», sino porque efectivamente hay millones de españoles que hablan, piensan y viven en esas lenguas.
¿Es absolutamente incompatible un Estado centralizado, con una educación e instrucción públicas sujetas a un poder centralizado fuerte, con que en determinadas provincias, comarcas o municipios haya mecanismos de autonomía en materia lingüística? Yo creo que no. ¿Acaso no favorece a la correcta instrucción y formación de ciudadanos que estos sean educados también en la lengua que oyen comúnmente en casa o en la que piensan en su día a día? Por supuesto considero que el español debe ser obligatorio a lo largo de todo el currículum, pues creo que una lengua franca es útil y práctica, y porque facilita las relaciones a todos los niveles entre los integrantes de una sociedad política. Y absténgase nadie de decir la tontería esa de «pues todos a hablar inglés como lengua franca», tontería ya que efectivamente todos los niños y niñas son educados con asignaturas y contenidos en inglés desde muy pequeños.
No debe matarse a las moscas a cañonazos, el problema no es que las lenguas puedan instrumentalizadas como hechos diferenciales que justifiquen desequilibrios y secesiones, sino que el problema son los que las instrumentalizan. Volviendo al caso de Asturias, una parte importante de la población está a favor de la oficialidad, pero hay 0 escaños ocupados por independentistas asturianos en el Parlamento autonómico. En ocasiones se termina cargando contra el instrumento pensando que así se vence al operario que maneja, muy al contrario, eso termina por hacer que la lengua instrumentalizada no solo justifique desequilibrios sino también victimismos. Dicho esto sin señalar a nadie en concreto. No se trata de reprimir o menospreciar el uso de determinadas lenguas, que se hace llamándolas «paletada», «invento» o «dialecto»; sino de derrotar políticamente a los que utilizan determinados elementos culturales para fabricar etnicidades excluyentes con todos los vecinos, minando sus bases sociales y rompiendo sus relaciones de poder socioeconómico.
Y no solo eso, se trata también de construir alternativas a esos intereses mezquinos. Las sociedades políticas no se perpetúan solo por la represión de grupos sociales desequilibrantes, sino por la construcción de elementos y comunidades estables. Esta es una crítica a aquellos patrioteros que creen que la unidad de España se fortalece reprimiendo al disidente antiespañol, pero luego dan rienda suelta a toda clase políticas económicas que precipitan una menor cohesión social y un mayor deterioro de las relaciones entre territorios y personas.
Por supuesto debe acompañarse esa labor de lucha y construcción de alternativas de un trabajo ideológico-cultural y teórico. Debe explicarse que el español, en tanto en cuanto es la lengua que conocen y hablan regularmente la mayoría de asturianos, gallegos, vascos, catalanes, valencianos, etc., debe ser considerada una lengua propia de esos territorios, característica de sus poblaciones. Debe explicarse que las sociedades están sujetas a las leyes del cambio en el tiempo y el espacio, y que si el derecho del primer ocupante nos resulta absurdo, también debería resultarnos absurda la lógica del primer hablante, como si solo pudiera ser «propia» la lengua que se hablaba mayoritariamente hace mil años en un territorio y no la que se habla hoy.
Recapitulando, esto debe extenderse no solo en materia de política lingüística. A los nacionalismos, o a cualquier movimiento político o social, no se les derrota negando sus premisas doctrinales con un discurso elocuente, en este caso negando nacionalidades en el plano teórico o demostrando sobre un papel la inexistencia de una nación asturiana o vasca. Se les derrota en la política real, confrontando los intereses que el barniz nacionalista encubre en las luchas reales de clase, y afrontando las coyunturas históricas que favorecen su auge, como una crisis económica, por ejemplo. Y esto debería tenerse claro desde que La ideología alemana de Marx y Engels vio la luz. Es en ese plano de lucha de clases, política y socioeconómica, donde la crítica meramente ideológica y teórica se vuelve eficaz, de lo contrario solo escribiremos panfletos para los que ya están convencidos.
Iván Álvarez
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Muy interesante. Tan necesario el debate dialéctico escribiendo artículos, como interesante sería profundizar en él en una conversación. Saludos.
En mi humilde opinión en un Estado centralizado todos los niños escolarizados deberían compartir los mismos libros de texto en el idioma oficial de la totalidad del territorio de ese Estado.
El español no es solo lengua oficial de España sino también propia, como tu mismo señalas, de todos los territorios en los que además se habla una lengua vernácula.
Merecería un debate en Jacobino TV!
Babel y las lenguas, como sinónimo de división.
Las lenguas se han convertido en un gran negocio. Siempre sustrayendo del erario público recursos. Negocio montado, restricciones a la igualdad y a la movilidad funcionaria. Corralitos en que pescar. Excusas para montar academias de la lengua y lugares de enseñanza. Traductores. Y demás.
La última: Adelante Andalucía propone el “andalûh” como lengua cooficial. Así lo escriben.
Así podremos tener por fin taifas. Si hace poco Urkullu quería volver al régimen anterior a 1839, todo una señal de “progreso e igualdad” , con caciquismo incluido, ahora se busca atomizar y que las derechas cavernarias regionales se impongan. Ni igualdad, ni legislación equivalente, ni iguales derechos, ni recursos iguales.
La atomización es el peor veneno para un país. Debe evitarse mediante disposiciones legales adecuadas, garantizando la libre circulación de personas y que el único idioma común a todos los españoles, hablado por el 100% de los ciudadanos, el idioma español, sea protegido, un derecho siempre en cualquier trámite público o privado y dejar de aportar dinero a las taifas. De hecho, las autonomías, sobran. Cambio de ley electoral. Y solamente así se podrá construir una sociedad más justa e igualitaria. Sin bobadas.
Voy a poner un ejemplo: la semana pasada, tras la transferencia de la competencia de prisiones a la comunidad autónoma vasca, hubo reuniones entre sindicatos y representantes del gobierno vasco. El chiste fue que los representantes del PNV de ese gobierno se negaron a hablar español, únicamente en euskera, con los sindicatos en las reuniones (y son nativos casi todos en español, curiosamente) forzando la presencia de traductores. Esperpento brutal e intento de humillar y doblegar a los sindicatos.
No me digan que no es absurdo.
Bueno, el Senado con intérpretes ya estrenó el teatro del absurdo en que hemos convertido España. Saludos
Antes del Estado autonómico esas lenguas y dialectos han llegado vivas hasta nuestros dias. Cierto apoyo estatal centralizado y sin privilegios de unas sobre otras, de acuerdo. Cooficialidad, nunca. Ahí está el veneno. No es tan difícil. Francia con el bretón, Portugal con el mirandês son el ejemplo a seguir.
Exacto. Aquí este asunto de las lenguas cooficiales se ha convertido en una excusa para trincar y montar chiringuitos. Y a partir de ahí, miles de excusas que sirvan para continuar el expolio. “O me das privilegios o hay terrorismo”, “o me regalas cosas o te monto manifestaciones y un prusés brutal”….. por los siglos de los siglos. O se frena. Con una ley electoral con circunscripción única y un mínimo del 5% sobre el censo para tener presencia en el parlamento, con un 3% mínimo de votos en cada provincia…sin coaliciones de partidos……. y así evitar que los chantajistas accedan al poder.
La derecha más reaccionaria y cavernaria es la que se alza en las taifas. Se otorgó poder a esa gente para frenar a la izquierda
Muy Interesante el aporte, y como asturiano lo suscribo bastante. Uno de los problemas que veo (y que expresas tan bien con el término que usamos en asturiano de “amestamiento”) es la falta de protección que tiene precisamente la lengua viva, que normalmente no es un patrón académico, y que en las comunidades plurilingües muchas veces tiende naturalmente a crear híbridos o pidgins. Por motivos que supongo ideológico-políticos, estos pidgins son despreciados, llamados “patois” o “formas incorrectas de hablar” cuando son las realmente extendidas y usadas por las gentes del lugar. (sirva como ejemplo mi caso como persona del occidente, donde nuestro “amestado” se mezcla más con el gallego aunque con influencias del “asturiano”)