
La semana pasada escuchamos al señor José Luis Yzuel, presidente de los hosteleros, asegurar que en la hostelería se ha trabajado siempre doce horas; “media jornada” y que no lo ve como un problema porque, en temporada alta “hay que aprovechar”. ¿Aprovecharse de qué? ¿Quién se aprovecha? Tampoco perdió la ocasión de estar callado el señor García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, que vinculaba la falta de mano de obra con las “excesivas prestaciones sociales”. La verdad es que no me explico cómo los españoles no arden en deseos de trabajar por salarios de miseria y con la incertidumbre de poder ser despedido en cualquier momento, porque empalman contratos temporales uno tras otro. Tampoco entiendo que haya jóvenes no estén encantados de trabajar jornadas interminables en fraude de ley, o que los inmigrantes no salten de felicidad por hacerlo en los trabajos más duros, sin contrato ni seguridad de ningún tipo en muchos casos. Detrás de las frases cuñadas dignas de Antonio Recio y de los análisis simplistas se abre paso una realidad muy jodida.
En serio, en un país con un mercado de trabajo tan desregulado en el que una una de las partes, los trabajadores, viven golpeados por la precariedad y la temporalidad, ¿en serio no toca hablar de cambios? ¿No toca hablar de recuperar los salarios de tramitación? ¿Y qué hay de recuperar los 33 días de indemnización tras despido improcedente? Imagino que tampoco tocará recuperar la prioridad del convenio colectivo sectorial sobre el de empresa con carácter general y no solo en lo relativo a los salarios. Basta ya de alabar los Ertes de forma acrítica y no aspirar a un sistema de mayor control y fiscalización del despido. Y hablando de despidos, basta ya también de propuestas oportunistas como la CCOO. En definitiva, basta ya de la mercantilización del derecho laboral, de la liberalización de los despidos objetivos y las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo. El derecho laboral, no puede ser tratado del mismo modo que otras áreas del derecho privado, ya que existe una situación desigual de partida entre las dos partes contratantes. Estamos asistiendo a como se deforma el lenguaje de forma interesada, debemos hablar claro; si realizas la mayor parte de tu facturación a un solo pagador no eres autónomo, sino trabajador por cuenta ajena y si trabajas más de cuarenta horas semanales deben pagarte en concepto de horas extra y no sobrepasar los límites. Doce horas trabajando de pie derecho en un bar no es media jornada, es un insulto y un delito, no debe ser tolerable.
En España la jornada laboral sigue siendo la misma que hace cien años, fue conquistada gracias al movimiento obrero tras la huelga de la Canadiense. Hoy vemos como lejos de avanzar, muchos la cuestionan. Es más, en países de nuestro entorno como Grecia se regula el pluriempleo, que una figura como esa tenga que ser introducida en el ordenamiento debería darnos alguna pista del lugar hacia el que avanzamos. La reforma laboral de la ministra Díaz tuvo efectos positivos, pero fue insuficiente. Aún hay muchos aspectos como los antes mencionados que son fundamentales, y que desgraciadamente no escuchamos por parte de la izquierda institucional. Pienso ahora en aquel artículo que escribió en esta casa Guillermo del Valle, y sí, dos años después podemos decir que sigue haciendo falta una nueva reforma laboral.
Por desgracia vemos como temas tan importantes como el trabajo quedan sepultados por las noticias relativas a la investidura. Precisamente en mitad de una grave crisis territorial como la que estamos viviendo a raíz del pacto de investidura de Pedro Sánchez, no podemos sino recordar que la izquierda no puede desligar la causa territorial de la social. No debemos perdernos en el maremágnum identitario, orillar los temas sociales deviene en la perdición de la izquierda, que en ningún caso puede ir de la mano de los nacionalistas: enemigos por antonomasia junto a la derecha patria de lo común y de los trabajadores. Debemos decir sí a los derechos sociales de la mayoría y no a los privilegios de ningún tipo para las élites, tengan o no asiento en el Congreso de los Diputados. Ni amnistía ni otros privilegios.
En conclusión, la alternativa al bloqueo identitario debe venir inequívocamente por la izquierda. No se trata de ningún capricho ni de un cliché, se trata de los derechos y de la vida de millones de ciudadanos que hoy no pueden ser libres.
- Doce horas, media jornada - 28/09/2023
- En defensa de los SAR - 12/10/2022
- De la meritocracia y otras quimeras - 22/09/2022