Guillermo Ferrer | Si hay un tema en ciencia que suscita opiniones viscerales es el del Cambio Climático. Es habitual leer u oír opiniones, bien a favor o bien en contra, pero que como norma general son siempre viscerales, siempre consideran tener la razón absoluta y siempre creen que “los otros” no tienen ni idea de lo que hablan, cuando no que directamente se les debería prohibir hablar.
Así que por ello pretendo dar una visión diferente, desde una perspectiva de izquierdas pero centrada en la razón, y en intentar distinguir lo que son hechos indiscutibles de lo que son opiniones, u opciones entre diferentes alternativas posibles. Y además quiero usar el Cambio Climático para plantear las dificultades y los retos que tiene la (necesaria) defensa del medio ambiente, y como debe compaginarse con la defensa de las clases trabajadoras.
En primer lugar vayamos a los hechos: El cambio climático existe, es debido a la acción humana y lo estamos provocando los humanos. Sin necesidad de irnos a predicciones sobre hechos futuros en esta pandemia hemos podido observar todos en los medidores de CO2 que se han puesto en medios de transporte y en cafeterías que el nivel “estándar” de CO2 en la atmosfera es de 425 partes por millón (ppm). Pues bien, hace 20 años, durante el paso de un servidor por la facultad de Biología, esas mismas medidas daban 375ppm. Y 10 años antes, eran de 350ppm.
En palabras que todo el mundo pueda entender: la cantidad de CO2 en la atmosfera ha aumentado un 25% en apenas 4 décadas. Eso es un hecho. Y no hay más explicación que la acción humana. La cantidad de CO2 expulsada por los volcanes está medida y no es suficiente. Por no hablar de que el número de volcanes activos en los últimos 30 años es aproximadamente el mismo que en los 30 o 40 anteriores.
Ese incremento del CO2 va a afectar a todas las plantas del planeta. A algunas de una forma mayor o más beneficiosa que a otras. Y va a modificar (ya está modificando, lo tenemos medido) el cómo se distribuyen TODAS las especies vegetales del planeta. Es decir: Estamos jugando con todas las plantas del planeta, incluidas las que nos comemos a la vez. El autor de este artículo no sabe cuál será el resultado final de esa redistribución, pero es bastante obvio que no es una buena idea, aunque solo sea porque como digo eso incluye nuestra comida.
Todo eso son hechos comprobados no solo por el autor de este artículo, sino que pueden verlo ustedes mismos: Miren los medidores de CO2 que aún quedan de la pandemia. No mencionamos ya otras variables como temperaturas, lluvias etc. El cambio climático es real, originado por el hombre, y un problema ecológico. Lo contrario es mentir.
De la misma forma, son hechos que los fertilizantes y pesticidas que se usan en agricultura dañan la naturaleza o que los coches de combustión, aparte de contribuir al Cambio climático, contaminan nuestras ciudades y causan problemas de salud a los que viven en ellas.
Otra cuestión muy diferente es ver como lo afrontamos.
Porque ahí, estimado lector, es donde viene el problema y donde en opinión de este autor, nuestras clases políticas están cometiendo un gravísimo error. La realidad y los problemas nunca son simples. Es muy sencillo decir que se quiere defender el medio ambiente. El problema viene cuando lo que está contaminando es lo mismo que nos permite que la gente caliente sus casas a un precio razonable. Es muy simple decir que uno no quiere que se contaminen los ríos. El problema viene cuando tienes que producir comida suficiente para 8.000 millones de personas y para ello necesitas usar fertilizantes. Y aquí es donde nuestra clase dirigente, especialmente la europea, ha pecado de una inmensa ceguera cuando no de negligencia o de un absurdo planteamiento activista
Analicemos el caso de los coches. Resulta que la unión europea plantea prohibir la venta de coches eléctricos en 2035, en principio para luchar contra el cambio climático. En una primera lectura podría sonar bien, pero pasemos a analizar el caso español.
Resulta que en primer lugar los coches eléctricos cuestan de media más de 30.000 euros. Así que las clases humildes pueden olvidarse de comprarse uno. Resulta que, además, con la infraestructura que hay esos coches eléctricos solo tienen sentido si uno tiene una casa con garaje para cargarlo. ¿Qué sucede con las clases obreras que viven en pisos y no tienen donde cargar el coche durante la noche? Pues según empiezan a reconocer en la industria (1) el que esa gente emplee el coche para viajes ocasionales con familia y amigos, no es sostenible. Literalmente. Por supuesto las clases altas si van a poder seguir haciéndolo.
¿Quieren saber que va a suceder? Que mientras las clases altas de este país se van poder pagar un coche nuevo y la casa con garaje necesaria para que este sea útil, las clases trabajadoras van a seguir con coches “a la cubana” de 20, 25 o 30 años de antigüedad. Coches que contaminarán MUCHISIMO MAS que si los cambiasen por un moderno coche nuevo de 15.000 euros accesible, sino a todos, si a una buena parte de los trabajadores.
Y ya el chiste se completa cuando a fecha de la escritura de este artículo, el comisario de comercio interior de la UE afirma que como en los demás países los coches de combustión no estarán prohibidos “anima a las empresas automovilistas europeas a que continúen suministrando estos vehículos a sus clientes de terceros países” después de 2035 (2). Porque parece que el CO2 si se emite en Madrid o en Lisboa contribuye al cambio climático, pero si se emite en Dubai, en Marruecos o en Nueva York, no.
Tóquense ustedes, lectores, las narices.
Y con el campo o la industria tres cuartos de lo mismo. Nadie duda de que se deben poner límites ambientales a las empresas, o a los pesticidas y fertilizantes que se usan en agricultura. Lo que es una soberana estupidez es poner unos límites ambientales altísimos y después permitir la importación desde países que no tienen absolutamente ninguno. Reducimos el uso de fertilizantes de nuestros agricultores, reduciendo su rentabilidad. Les obligamos a usar una lista de pesticidas cada vez más estrecha y más cara. Pero después permitimos la importación de frutas y verduras desde Marruecos o Sudáfrica, donde usan los productos que les da la gana, y encima con unas condiciones laborales que rondan la esclavitud.
Y lo mismo nos sucede con la industria. Pensemos en hace unos cuantos años cuando se planteó extraer petróleo cerca de Canarias. Al final todo el proyecto al garete a causa (si no principalmente, si desde luego en una parte importante) del jaleo mediático por un miedo ambiental injustificado. ¿El resultado? Que seguimos comprando petróleo a países como Rusia, Irán o Arabia Saudí, con unas medidas de protección ambientales mucho menores, y encima con unos derechos de los trabajadores nulos.
En definitiva: Terminamos contaminando lo mismo o más y además terminamos destrozando nuestros sectores productivos, pero nuestros dirigentes parecen pensar que eso no importa mientras se contamine en otro lado y los trabajadores explotados no se vean.
Y ante todo esto ¿Cuál es la solución ideal? Pues mire usted, estimado lector: Probablemente no la hay. Tenemos que empezar a tratar a los ciudadanos como adultos. Tenemos que empezar a explicar a la gente que la realidad es compleja. Y que habrá que alcanzar equilibrios imperfectos entre la necesaria defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, y un mínimo bienestar de las clases trabajadoras.
Y por eso yo reclamo una izquierda que destierre para siempre el poner a niños que no han pagado una factura de la luz en su vida, y que ni siquiera han terminado la biología del instituto a dar discursos sobre política energética. Yo reclamo una izquierda que no se dedique a desplazar los problemas ambientales a otros países donde no se vean. Yo reclamo una izquierda que además de en el medio ambiente piense en la clase obrera, y cuyos representantes no digan en plena ola de calor la sandez de que “a lo mejor en España no puede haber tantos aires acondicionados”. (3) Yo reclamo una izquierda que se aleje del activismo climático para basarse en las decisiones racionales y en el equilibrio y en saber que además del medio ambiente hay otras cosas a proteger.
Yo reclamo en definitiva una izquierda que no esté dirigida por gente que en nombre del medio ambiente pretenda imponer sacrificios a los trabajadores, a sabiendas de que ellos podrán seguir haciendo y pagando las cosas de las que van a privar a las clases humildes.
Pd: Aunque he dedicado la parte inicial a hablar sobre los hechos y certezas del problema ambiental, por razones de espacio no he podido hablar como quisiera del alarmismo climático. Otro día, querido lector, abriremos ese melón.
Guillermo Ferrer
Fuentes:
1) “¿Qué porcentaje de la población dejará de poder tener coche con la electromovilidad?” El confidencial. 13/10/2022
https://www.elconfidencial.com/motor/nueva-movilidad/2022-10-13/vehiculo-electrico-hidrogeno-bateria-europa-electromovilidad_3505173/
2) “La UE empieza a dudar sobre la conveniencia de prohibir la venta de coches de combustión desde 2035”. La Razón, 5/11/2022
https://www.larazon.es/economia/20221104/gnbz3yx4bffu7epftgkibo3xcm.html?amputm_medium=webpush&fbclid=IwAR1ucMqyarxY6RW3u8HCJ4fKtxNmJlMxmBvESeCsKl3IIXNfqpMwoybt_R0
Detalle menor: dice ud. “la unión europea plantea prohibir la venta de coches eléctricos” – será de coches *no* eléctricos?
Hay una errata en “Resulta que la unión europea plantea prohibir la venta de coches eléctricos en 2035”. se supone que se refiere a “no eléctricos”.
El artículo, excelente.