Como no todos andamos sumergidos en la carrera hacia el Antiguo Régimen, reconocer la valía de personas con talento es tarea fácil. Desde luego Paula Fraga (Lugo,1988), abogada penalista y de familia, es una mujer que combina dos cualidades inauditas en los tiempos que corren: coraje y raciocinio. Podrán gustarle más o menos sus intervenciones pero, sin lugar a dudas, cualquier ciudadano alfabetizado será capaz de reconocer su afán de verdad y compromiso político. Ahora además publica, bajo la coordinación de Yaiza Santos y Berta González de Vega, un capítulo en la obra colectiva Indomables: diez mujeres frente al feminismo hegemónico (Ladera norte, 2024).
PREGUNTA. Por no andarme con rodeos estériles, ¿cómo te interesas por el feminismo?
RESPUESTA. Bueno, yo siempre tuve mucha inquietud política y anhelo de transformación social. Ya desde pequeña, en el colegio me llamaban la defensora de las causas perdidas o de los pleitos pobres, podríamos decir que es algo intrínseco a mi personalidad. No obstante, es ya en periodo universitario cuando mi formación aumenta notablemente y empiezo a hacer divulgación en redes sociales y medios de comunicación. Aunque, fíjate, lo más curioso es que cuando empiezo con la divulgación me doy cuenta de que estaban llamando feminismo a actividades como la prostitución, a la mal llamada rentabilización del capital sexual de las mujeres, y esto, como muchas otras cuestiones que hoy se nos presentan como feminismo pluscuamperfecto no es más que antifeminismo puro y duro. Precisamente para denunciar estos discursos que se hacen pasar por feministas y son puro machismo empecé mi divulgación política. Con los años he ido formándome en otras materias y señalando otras cuestiones que se nos presentan como izquierdas y son pensamiento excluyente y antiigualitario como es el caso de los nacionalismos fragmentarios.
P. Haciendo de abogado del diablo te diría que “feminismo”, como tantos otros conceptos políticos, es una palabra polisémica…
R. Precisamente uno de los grandes problemas que tenemos es la mala comprensión de esa polisemia a la que aludías. Obviamente dentro del feminismo hay corrientes pero hay un marco teórico-político común, lo que no puede ser es que dentro de una tradición política quepa una cosa y su contraria. De aceptar la polisemia sin restricciones hacemos del feminismo un significante vacío. Por ejemplo, aceptar la explotación sexual de la mujer en nombre del feminismo es buena muestra de ello, es un insulto a quienes nos precedieron.
P. ¿Qué feminismo defiende Paula Fraga?
R. El feminismo que yo defiendo es racionalista, de corte ilustrado si se prefiere, en tanto que defensor de la igualdad de acceso de oportunidades para hombres y mujeres. Además diría que es el feminismo del sentido común, aquel donde se entiende que ser mujer es nacer con sexo femenino. Para mí el feminismo debe tener claro, como mínimo, cuál es su sujeto político. A partir de aquí mi agenda política es clara: abolición de la prostitución y la pornografía pero, sobre todo, que su centralidad política esté dedicada a las mujeres trabajadoras.
P. No suscribir la “ley trans” te obliga a cargar con el sambenito de tránsfoba. ¿Cuáles son los problemas de esta iniciativa legislativa y de la teoría queer en sí?
R. Para empezar: no hay ningún problema con las personas transexuales, es más, con esta ley también han borrado la realidad transexual. El problema es que esta ley supone un retraso socio-jurídico, es un fraude. El Gobierno ha impulsado que el cambio registral solo dependa de una declaración de voluntad. El sentimiento, registro civil mediante, quieren hacernos creer que constituye la realidad. ¿Qué conlleva todo esto? Pues, por ejemplo, hoy mismo conocíamos que 37 policías y militares en Ceuta han formalizado su cambio registral para acceder a puestos reservados a mujeres. Y no hablemos del mundo del deporte o la entrada de hombres con delitos sexuales en cárceles de mujeres. Todo esto compromete nuestra seguridad y la integridad física y emocional de las mujeres. Cuando lo advertíamos nos llamaban tránsfobas y ahora hablan de casos aislados para no reconocer su implicación directa y responsabilidad.
P. Otro de los grandes debates lo suscita el tema del consentimiento, escuché no hace mucho a Clara Serra decir que el feminismo abolicionista tenía un punto de puritano…
R. Suelen llamarnos “neomonjas”, yo estaría encantada de debatir con ella y pedirle que ofrezca argumentación y no etiqueta punitiva. ¿Qué alternativa hay a la legislación abolicionista? Si quiere podemos comparar datos y medir el impacto de las políticas regulacionistas y abolicionistas respecto a la trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Desde el feminismo no cabe más opción que la abolicionista porque la prostitución es una de las más graves y atroces violencias que sufren millones de mujeres y niños/as cada día .
Respecto a La ley del “solo sí es sí” unificar todo violencia sexual bajo el tipo de agresión sexual ha conllevado exacerbar los casos más leves y relativizar aquellos más graves. Lo vimos con el caso de Rubiales que evidentemente es intolerable y delictual pero no se le puede llamar a esto y a una violación grupal agresión sexual. Además, meterlo todo en el mismo saco sin tipificar con precisión genera una confusión social que, a la larga, solo favorece la reacción, por sus excesos, contra el feminismo. Por cierto, se hartaron a decir que ahora está el consentimiento en el centro. Lamento comunicarles que es mentira, desde que existe el código penal en España los delitos de libertad sexual siempre han pivotado sobre el consentimiento. A mí no me gusta hablar de consentimiento. Consentir significa decir sí o no, y ahí tenemos el consentimiento viciado de las mujeres prostituidas. Prefiero hablar de mejorar la asistencia a la víctima y la práctica de la prueba en los Juzgados y dejar de dar definiciones de consentimiento que enmarañan al tipo delictivo.
P. ¿Te consideras una puritana punitivista?
R. ¿Desde cuándo el feminismo es antipunitivista? Yo considero que las feministas y la ciudadanía en general quiere penas adecuadas ante hechos muy graves. ¿Qué tiene de feminista pedir la rebaja de las penas de violadores o excarcelarlos como han hecho con la ley del solo si es si? Eso lo pedirán ciertas literatas que viven en otro planeta y que han comprado las tesis antipunitivistas de la academia estadounidense que aboga hasta por la abolición de las cárceles.
P. ¿Por qué defender el feminismo clásico te condena a la cancelación?
R. Creo que es una cuestión de sectarismo, si te sales del pack ideológico completo que ellos determinan ya eres el enemigo a batir. Eso y que el feminismo clásico, como han querido denominarlo peyorativamente y sin embargo a mí me encanta porque lo clásico permanece, es un feminismo transformador y valiente que molesta a quien está en el Gobierno.
P. ¿No ocurre lo mismo con el nacionalismo?
R. Sí, es penoso. Como personas de izquierdas deberíamos entender que en el centro de todo se ubica la universalidad de derechos. Por eso no logro comprender cómo se arrodillan ante movimientos xenófobos que apuestan por el desmembramiento de la clase trabajadora española.
P. En relación a esta deriva irrumpe en el tablero Izquierda Española, como persona muy próxima al partido, ¿qué valoración haces?
R. Yo creo que somos más necesarios que nunca, necesitamos otra izquierda que recupere sus valores originarios. Estoy convencida de que Izquierda Española está en esta tarea. Confío enormemente en el partido si bien auguro, antes que nada, un enorme trabajo por delante. Llevamos décadas soportando el discurso de que España = Franco y costará mucho reconciliar a las izquierdas con España y la defensa desacomplejada de la que es nuestra patria, lo más común que tenemos como ciudadanos. En todo caso, estamos comprometidos a defender a los trabajadores de España y a no perdernos por los senderos identitarios que transitan la izquierda institucional. Estoy ilusionada con este proyecto. Espero y deseo que acceda las instituciones y que las elecciones europeas solo sean el punto de partida porque Izquierda Española ha llegado para quedarse.
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