Juzguen a quienes reescriben la historia. Juzguen si siete míseros votos todo lo valen. Juzguen aquel fatídico uno de octubre. Juzguen los días previos y los posteriores. Juzguen la desgarradora pérdida de buenos amigos. Juzguen el silencio en las sobremesas. Juzguen las pintadas en las fachadas. Juzguen qué suponía no llevar un lazo amarillo. Juzguen a farsantes y cómplices. Juzguen silencios y abrazos. Juzguen el acoso y sus corruptelas. Juzguen por qué enarbolaron banderas. Juzguen su desprecio por la verdad. Juzguen a aquellos que nos llevaron a la más absoluta decadencia. Juzguen sus actos. Juzguen su nacionalismo. Juzguen su odio.
Luego juzguen a quienes plantaron cara al nacionalismo obligatorio. Juzguen al millón de personas que salieron a la calle clamando «no más fronteras». Juzguen a los héroes que resistieron en pueblos. Juzguen la historia que narró Antonio Robles. Juzguen a los directores que no cedieron sus institutos a una caterva de xenófobos. Juzguen a los hispanoamericanos perseguidos por no conocer la lengua del régimen. Juzguen al padre de Canet. Juzguen a esa gente que no quiso visitar a sus familiares pasaporte en mano. Juzguen a los jueces que sí defendieron la convivencia. Juzguen a los trabajadores que no cayeron en la trampa. Juzguen a quienes hicieron caso omiso los grandes sindicatos. Juzguen a los funcionarios del Parlament que dieron la voz de alarma. Juzguen la decencia en el hemiciclo de Coscubiela. Juzguen a los amigos del Viejo Topo y a los intelectuales que no abrazaron el éxtasis identitario. Juzguen a Paco Frutos y su dignidad. Juzguen el vibrante discurso de Félix Ovejero. Juzguen la tribuna de Alejandro Ango el día después. Juzguen los bemoles de los universitarios que aguantaron lo inaguantable. Juzguen el coraje de Ana Losada, Pepe Domingo e Isabel Fernández. Juzguen a los votantes de izquierda que pusieron pie en pared y se negaron a seguir compadreando con reaccionarios. Juzguen nuestras lágrimas. Juzguen a todos los demócratas resistentes. Juzguen a los que defendieron el Estado de derecho. Juzguen si concordia es sinónimo de connivencia y de borrado. Juzguen a la mayoría silenciada. Juzguen a todos aquellos que no nos dejaron solos. Juzguen a quienes no nos callamos.
Por último juzguen cuál es su papel como ciudadano. Juzguen de qué lado están. Juzguen a qué país aspiran. Juzguen las actuaciones de unos y otros. Juzguen, yendo al grano, qué democracia quieren. Pero, sobre todo, juzguen qué harán ustedes el próximo 17 de marzo. Juzguen y entonces decidan: estar al lado de los que reescriben la historia o apoyar a quienes por contra la padecimos. Juzguen ustedes si vale la pena.
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