Mateo González | Desde la defenestración de la izquierda transformadora y su sustitución por una “cosa” basada en la radicalidad de la ocurrencia del momento, con tintes populistas y un marcado carácter personalista, podríamos decir que una parte de la historia sí que ha llegado a su fin.
Ha llegado a su fin no desde el punto de vista de las ideas, pero sí del encaje y de la forma de organizarse de esos movimientos que vinieron a sustituir a la “caduca y colaboracionista” izquierda que entonces era y existía, y se olvidaron de uno de los mayores axiomas que existe en cualquier organización y que Gramsci supo definir muy bien en “sin organización no viven las ideas”.
La estructura organizativa de estas nuevas formaciones basadas en algo tan caduco como, han demostrado, en el amor ciego al líder y en la sectorialización minimalista de cualquier reivindicación es su gran talón de Aquiles.
Hacen políticas tan parcheadas y sectoriales que no tienen en cuenta si afecta o no a la mayoría, lo basan todo en el bienestar temporal de unos pocos, viene a ser algo así como intentar acallar una rabieta de un niño en un supermercado dándole todo lo que pide; toman a la sociedad como una especie de manada pueril a la que solo se le contenta con lo que quiere oír.
Esto que en si es osado y da muestras de agotamiento, político y social, lo llevan haciendo desde su mismo germen, es aún más osado cuando no existen redes organizativas, en un lenguaje más coloquial es lo que siempre definimos como militancia/afiliación que al final es quien lleva la voz de la organización al tejido social y a la sociedad, y la organización se relaciona con ella bien a través de su militancia o bien a través de esta en los diferentes movimientos, es por eso que los movimientos sociales, como han intentado hacernos ver, nunca han sido espontáneos ni nunca lo serán y quien diga lo contrario es una persona ingenua, muy ingenua.
No se llama a rescatar algo viejo o caduco, llamamos a estudiar o por lo menos a fijarse en aquello que funciona, y si a la iglesia le ha funcionado durante dos mil años nos vemos que sea algo fallido, me refiero a la organización territorial y a la extensión territorial. En cualquier ciudad, pueblo o aldea que se precie siempre hay una iglesia, una ermita, una parroquia o una catedral.
La estructura territorial organizada es la piedra angular de toda organización, que aspire a un proyecto de futuro, debe de tener.
De nada sirve tener una miríada de ciberactivistas, tuiteros, youtubers…sino se tiene una militancia comprometida en primer lugar con las tesis de la organización, pero también con sus postulados, con su estrategia, sus tácticas, sus direcciones, que funcionen las mayorías y las minorías, con políticas sectoriales encuadradas en la estrategia global, con sus reuniones periódicas y con su democracia representativa.
La militancia no existe sino existe estructura organizativa y la organización no vive sin estructura territorial y sectorial, si estos axiomas no se cumplen ni existe organización transformadora ni subsisten las ideas.
El sentido gramsciano de la hegemonía no es posible sin ideas, organización, militancia, son consustanciales entre sí, lo demás y la realidad es tozuda y así lo está demostrando son fuegos artificiales o suflés.
Mateo González
- ¿El qué y por qué? El cuándo y el cómo - 10/03/2023
- La importancia de la estructura organizativa - 27/09/2021