Luis Carlos Nogués | No me termino de creer que, de entre tanto sesudo analista que habita en la izquierda patria, no haya apenas quienes hayan cuestionado –o se hayan atrevido a cuestionar- el relato del pánico y de la alerta a perpetuidad difundida por todos los medios de comunicación de nuestro maltrecho país. Al contrario: la fauna intelectual izquierdosa se ha dedicado a ponerse de perfil ante la evidencia de que, además de emergencia sanitaria, todo esto es un pantagruélico negocio en el que lo que menos importa es la salud de la población.
¿Y lo que más importa? El beneficio privado de las corporaciones y los conglomerados de corporaciones, de multinacionales, que son los que mueven los hilos del mundo y el devenir de nuestros días. ¿No me creen ustedes? ¿Igual les suena a “teoría de conspiración”? Quizá sí crean al filósofo de Tréveris, el que dijera aquello de: «el gobierno del estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa».
Y es que estas palabras siguen resonando con fuerza en nuestra más rabiosa contemporaneidad, solo que la izquierda parece haber olvidado el conflicto de intereses de clase que hace desgraciados a trabajadores y clases populares, reducidos a simples lemmings que caminan sin más voluntad que el impulso de sobrevivir y adaptarse a una realidad más hostil de lo que sospechan.
No pasa desapercibido el ahínco con que periódicos y canales de radio y televisión nos ‘invitan’ a seguir las recomendaciones de seguridad de “los expertos” o “la ciencia” (en abstracto y como si fueran un todo homogéneo). Tampoco deja de ser llamativo que el presentador o la presentadora de turno se erija en curilla que, desde su púlpito mediático, sermonea a la atemorizada población y señala inmisericordemente a aquellos que –de una u otra forma- no comulgan con la ortodoxia de la Iglesia de la COVID de los Últimos Días. De las hordas de fanáticos sedientos de sangre hereje y de la figura de los agoreros mediáticos que pronostican un nuevo apocalipsis con cada nueva ola, ya hablaré otro día. Hoy quisiera ponerles en las narices el evidente conflicto de intereses existente entre farmacéuticas, medios de comunicación y fondos de inversión.
En lo relativo a éstos últimos, se podría decir que constituyen la herramienta principal de opresión de clases perpetrada por la burguesía hegemónica de nuestro tiempo, la burguesía financiera global. Estos conglomerados acumulan participaciones y acciones de multinacionales –controlándolas a efectos prácticos- que se dedican a una variada panoplia de actividades, desde la investigación y el desarrollo, pasando por la fabricación y distribución de todo tipo de fármacos, hasta las actividades financieras, difusión de información y entretenimiento audiovisual, etc. Resumiendo y en román paladino, mueven muchos –muchísimos- billetes.
Los fondos de inversión más importantes, por mencionar solo a dos, son Black Rock (accionista significativo de BBVA, Santander, Bankinter, Sabadell y Caixabank) y Vanguard que, junto a Black Rock y otros, es accionista mayoritario de Pfizer y ModeRNA. Estos fondos, además de meter mano al negocio de la salud, también extienden sus tentáculos a los conglomerados de la información y la comunicación: a finales de 2020, saltó la noticia de que Black Rock y otros fondos de inversión se hicieron con la mitad de la deuda del grupo PRISA (El País, Cadena Ser, etc.). Y si solo fuera esto, ¿verdad? Pues no: la realidad es que Black Rock también controla parte del accionariado del grupo A3Media (Antena 3, La Sexta) y Mediaset (Cuatro, Telecinco).
Cero sorpresas: el capital tiende a concentrarse en –cada vez- menos manos. Se torna omnipotente y omnipresente. Y sabiendo estas conexiones, abrumadoras e innegables: ¿no vamos a cuestionar siquiera la naturaleza de las campañas propagandísticas que hacen nuestros medios de la vacunación masiva, ni los intereses que hay detrás de ellas? ¿A nadie le parece extraño que los medios de comunicación hayan pasado a ser una mera agencia de publicidad de las farmacéuticas para dar salida a sus productos-milagro, ni que lapiden a quien –en su libertad- decida no inocularse?
Oigan, aquí se está cociendo algo, pero no es nuevo. Es la misma lucha de clases de toda la vida. Si entre 1914-1918 los trabajadores europeos morían felices en el frente luchando por los intereses de sus burguesías nacionales, desde 2020 los trabajadores europeos obedecen felices –por miedo a morir- a los agentes políticos y mediáticos de la burguesía financiera global, contribuyendo a engrosar las arcas de los fondos de inversión hegemónicos y sus multinacionales satélites.
Luis Carlos Nogués
Historiador, americanista y profesor de secundaria. Comisión de Redes Sociales de AIRE (Alianza de la Izquierda Republicana de España).
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