Álvaro Plá Hernández | Un día se declaró un fuerte incendio en la selva, humanos y animales huían despavoridos cuando un jaguar se percató de que un pequeño colibrí volaba hacia el fuego, cuando regresaba el colibrí el jaguar le preguntó “¿Qué estás haciendo” y el colibrí respondió “voy al lago, cojo agua en el pico y la echo para apagar el incendio”, el jaguar sonrió y le dijo que estaba loco, que él solo no podría apagar el incendio, pero el colibrí le respondió “yo sé que solo no puedo, pero tengo que hacer mi parte”.
Con esta fábula idealista mostraba Juan Carlos Monedero en repetidas ocasiones la necesidad de actuar frente al cambio climático e insistía en individualizar la responsabilidad. A día de hoy gran parte de la izquierda indefinida ha adquirido ese tipo de premisas individualistas y se ha hecho fuerte en posiciones en favor de utilizar la bicicleta en lugar del coche como puede verse en la apuesta de Manuela Carmena al crear el proyecto de “Madrid central” o los kilómetros y kilómetros de carriles bici que ha construido el alcalde Joan Ribó en Valencia, incluso gran parte de esta izquierda defiende la vuelta al uso de tracción animal para la agricultura o el veganismo como métodos de lucha frente al cambio climático, pero ¿sirve de algo que cada uno “haga su parte” igual que el colibrí?
Dejemos de lado el idealismo y vayamos a los hechos, la principal causa del calentamiento global que está provocando el cambio climático son las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del consumo de combustibles fósiles. Solo quince de los barcos más grandes del mundo emiten tanta contaminación al año como 760 millones de automóviles, un buque de transporte marítimo genera una huella de carbono igual a cincuenta mil coches y solo 47 cruceros de los 203 que operaron en el mediterráneo contaminaron en un año más que todo el parque móvil de Europa en su conjunto. La Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que dos tercios de las emisiones totales de la Unión corresponden a la generación eléctrica y el transporte de mercancías y en el caso de España esa cifra, según datos del gobierno, junto con las emisiones de la industria, supone más de la mitad de las emisiones del país, dejando en la ciudadanía la responsabilidad del 9% del total de emisiones.
Teniendo en cuenta este último dato, aunque cada uno decidiera individualmente “hacer su parte” utilizando durante años los magníficos carriles bici que han construido los ayuntamientos del cambio, no cambiaría nada, un final que Monedero omitía cada vez que contaba la fábula, pues a pesar de la acción del colibrí la selva terminó quemada.
La individualización de la responsabilidad que defiende esta izquierda indefinida representada en “movimientos” como Más País, Unidas Podemos u otros proyectos redundantes es el resultado de haber coqueteado con el liberalismo cultural, una forma de ver las cosas profundamente básica, tan básica que apela al egoísmo como motor de toda acción humana. Y no es de extrañar que piensen que los actos individuales son efectivos, porque es la forma de justificar que en el fondo se creen moralmente superiores por cargar con una responsabilidad que saben que no es suya, una emocionalidad latente que hace que simplemente lo hagan “por sentirse en paz” con el planeta, por tener menos culpa, una filosofía que se resume muy bien en las tazas de Mr.Wonderful.
Y no es de extrañar que como gurú de la defensa del planeta hayan escogido a una niña histriónica que pretende llamar la atención con sus berrinches, una muestra directa de la impotencia que sienten a la hora de reclamar medidas porque han construido la idea de poder como algo individual y ahora están perdidos, pues lo que no sabían cuando empezaron a coquetear con esas ideas es que el liberalismo no suele tener mucha habilidad a la hora de entender la diferencia entre el ser y el deber ser. Lo único que muestran es que se sienten profundamente infantiles y carentes de racionalidad para tener un debate a un nivel de personas adultas.
Estas posiciones individuales e infantiles defendidas desde la izquierda indefinida en el fondo lo único que provocan es la perpetuación de las condiciones actuales, pues pensar que las acciones individuales pueden generar un cambio colectivo no es más que un placebo que sirve para que emocionalmente alguien pueda sentirse bien consigo mismo, e incluso declararse un héroe frente a los demás por cargar con esa responsabilidad, una actitud conformista que disfraza de moralidad la profunda impotencia que siente cualquier ciudadano a la hora de reclamar medidas efectivas en cualquier ámbito.
Los problemas colectivos requieren de soluciones colectivas, y tal y como un breve resumen del origen de las emisiones de CO2 pueden darnos una idea de donde se debe actuar, es necesario que, como realmente nos enseña la fábula del colibrí, entendamos que solo la acción colectiva podrá detener cualquier incendio.
Álvaro Plá Hernández
Graduado en Ciencias Políticas con maestría en estudios estratégicos y seguridad internacional. Actualmente en el sector de la seguridad privada. Republicano, socialista y firme defensor de la cultura marcial.
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Muy buen artículo, no estoy del todo de acuerdo pero la responsabilidad debería caer en primera instancia sobre la industria y luego sobre la población.
Buen artículo, con la subida de la gasolina van a hacer falta esos carriles bici. #noli