En un artículo titulado ‘las virtudes de la necesidad’ (El País 27-11-2023), Nicolas Sartorius consideraba (no es broma) que la proposición de ley de amnistía es ‘un canto a la Constitución de 1978’. La pieza legislativa en cuestión, como es sabido, es inseparable del pacto entre el PSOE y Junts per Catalunya en el que se reconoce la legitimidad del relato independentista sobre el intento de golpe contra esa misma Constitución. A mí, por tanto, esa ley y ese pacto lo que más bien me parecen (para decirlo en términos castizos) es un auténtico cante sobre la penosa idea que tiene la izquierda española de la democracia. Explicaré porqué.
El autor compara el proyecto de ley de amnistía y, por tanto, el pacto con Puigdemont, con el ‘virtuosismo’ que acompañó a la legalización del PCE, los pactos de la Moncloa, y la propia amnistía que abrió el camino de la reconciliación nacional y de nuestra actual democracia. El ex vicesecretario general del PCE omite, sin embargo, dos pequeños detalles, que por su experiencia vital debía tener muy presentes. Aquellos pactos fueron de media España con la otra media y se hicieron para salir de una dictadura. Estos son de media España contra la otra media y se hacen para saltarse a la torera la propia Constitución. Menuda diferencia. No creo, desde luego, que ningún estoico piense, como sugiere Sartorius, que estas necesidades sean muy virtuosas. Son más bien cosas de sofistas y propagandistas, expertos en argumentar una cosa y la contraria en función de lo que les interesa.
Tras calificar como ‘pedestre’ la teoría de que en una democracia se apoye al partido más votado (¿), el autor del artículo señala que de no haberse llegado a este pacto hubiéramos presenciado ‘una auténtica catástrofe’. ¿Cuál hubiera sido esa catástrofe que ve Sartorius? Pues nada más y nada menos la de que podría haber ganado la única oposición al actual gobierno de Sánchez con la derecha nacionalista vasca y catalana. ¡Qué horror! ¡Que escándalo! En una democracia puede ganar la oposición.
Tan pobre concepción de la democracia explica por sí misma el talante de los que la sostienen. Su fundamento ideológico se encuentra en esa vieja idea de cierta izquierda de que el triunfo final del socialismo es una ‘necesidad histórica’, o dicho en román paladino que ‘nosotros somos los buenos y ellos los malos’. Con esta premisa está escrito el alegato, una traducción sin duda inteligente de los argumentarios que está distribuyendo Ferraz y Moncloa.
Resulta que en su opinión la hipótesis de que se repitieran elecciones sería también muy mala para nuestra salud democrática. ¿Por qué? Pues porque si no pasa lo peor (que gane la oposición) podrían repetirse los mismos resultados. Por lo visto, Sartorius no ve tampoco que someter de nuevo al juicio del electorado el tema que nos divide (la amnistía) ayude a salir de este callejón oscuro en el que nos ha metido Sánchez intentando hacer pasar de tapadillo una medida fundamental para la convivencia democrática.
La realidad, sin embargo, es que, paradójicamente, si en una nueva votación se repitieran los resultados esta vez sí podría estar legitimada la amnistía. Pero como en el Gobierno saben muy bien que eso con bastante probabilidad no sucedería no me extraña que se califique como un ‘argumento pintoresco’ la crítica de que tal decisión no se incluyera en el programa ni en el debate antes de las últimas elecciones.
Sartorius llega a comparar esta ‘omisión’, realizada con la voluntad de engañar, con los cambios que en temas que no afectan a las reglas de convivencia se dan entre diferentes partidos para formar gobiernos de coalición. Pero poner en la misma balanza las cesiones del PP a Vox (no las enumera porque sabe que ninguna es sustantiva) con la amnistía de un intento de golpe de Estado a la democracia a cambio de siete votos, no es solo comparar churras con merinas, es intentar tomarle el pelo al personal.
Por otro lado, le parece insólito que se piense que una mayoría absoluta del Congreso pueda atentar contra el Estado de Derecho. No sé si tiene la misma opinión sobre las mayorías parlamentarias absolutas que atentan contra sus estados de Derecho en Israel o Hungría. En cualquier caso, estaría bien que nos explicara cuál es la diferencia. Dice también que algunos jueces ‘se han alborotado’ (sic) porque ‘habían oído hablar del ‘lawfare’ y que se habrían ‘sosegado’ si supieran que las conclusiones de las comisiones parlamentarias no son vinculantes para los tribunales. Si lo he entendido bien, lo que quiere decir es que se habrían tranquilizado si supieran que las resoluciones políticas no tendrían carácter de ‘cosa juzgada’, y que, a partir de ahora, los ciudadanos (es decir, más bien los políticos) no tendrían abierta otra vía de recurso a las sentencias de los jueces, la ‘vía parlamentaria’. ¡Ufff! Menos mal.
Yo, como los jueces, me quedo también más tranquilo, pero me sigue preocupando el efecto que tendría en la independencia de la justicia que una comisión parlamentaria pudiera fundamentar una opinión mayoritaria del legislativo contra sentencias firmes. ¿A Sartorius no? “Hay que indagar, pues, un poco más en qué hay detrás de esa implícita o explícita acusación de judicializar la política o de politizar la justicia, que no es lo mismo. Y uno llega a la conclusión de que lo que se pretende evitar es la actuación de la justicia cuando se cometen determinados delitos, o lo hacen determinadas personas que ejercen ciertos cargos públicos, con una clara intencionalidad política, todos ellos recogidos en el Código Penal vigente”. No son palabras mías, lo escribía así el propio Sartorius en su libro ‘La manipulación del lenguaje, breve diccionario de los engaños’. Pues eso, Nicolás, eso.
Sartorius termina su actual defensa de la amnistía reconociendo al menos que la separación de Cataluña ‘sería un desastre profundamente reaccionario’. Pues sí, en eso sí que seguimos coincidiendo; y por ello creo que, la última palabra sobre decisión tan grave le corresponde al pueblo español y no a una negociación obscura entre partidos, supervisada por un mediador internacional en un país extranjero. ¿O es que tendremos que considerar esa internacionalización del conflicto otra de las virtudes de las necesidades de Sánchez?
Conocí al autor del artículo en una celda de la cárcel de Carabanchel en la que, siendo estudiante universitario, la dictadura de Franco me regaló un mes de ‘vacaciones’. La Universidad obrera la llamábamos entonces los que, tras pasar por los sótanos de la Dirección General de Seguridad y recibir algunas ‘caricias’ de la Brigada Político-social, llegábamos a esas celdas en las que entonces Sartorius explicaba economía y cosas como ‘la renta diferencial de la tierra’ según El Capital de Marx. Le tengo, por tanto, a pesar de estas discrepancias, el mayor de los respetos, pero pienso que de nuevo se ha equivocado en un momento trascendente para nuestro país, cuando, tras escribir artículos y libros y dar conferencias brillantes contra los argumentos del separatismo, se ha pasado a colaborar con el argumentario oficial de un gobierno que se apoya en los que quieren disgregar el país.
En mi opinión su otro grave error (lo aclaro para los jóvenes que no lo vivieron) consistió en no atreverse a dar el paso en la transición para encabezar un partido democrático de la izquierda frente al golpe de mano interno con el que Carrillo (en algo parecido a lo que ha hecho ahora Sánchez con el PSOE) desarticuló la organización democrática interior del eurocomunista PCE con un fraudulento proceso de ‘territorialización’, haciendo de ella una masa aparentemente eurocomunista por fuera, pero profundamente estalinista por dentro.
La verdad es que las posiciones sobre la amnistía, y en particular esta de Sartorius, están constituyendo un caso de libro de lo que en psicología social se conoce como disonancia cognitiva (para entendernos, la beata comunión diaria con ruedas de molino) en la que el dogmatismo impulsa las reflexiones de quienes la padecen. Está demostrado que no son los más necios sino los más inteligentes los que con mayor ardor sostienen que lo negro es blanco. ¿Por qué? Porque su inteligencia se pone al servicio de una fe que pueden justificar con argumentos más abundantes que los de los necios que hacen de su necedad virtud.
- La amnistía y las virtudes de la necedad - 17/12/2023