
Vuelva-usted-mañana
Ismael Ahamdanech Zarco | Podríamos hablar hoy de la cumbre de la OTAN. El cuerpo aún está caliente y seguro que queda alguna cosa que decir. Esto ya se ha dicho, pero tampoco está de más repetirlo: hay que felicitarse por la imagen que España ha proyectado hacia el exterior, un país capaz de organizar una reunión de este calibre, con la complejidad que supone, sin que haya habido el más mínimo problema. No es un tema baladí este, habida cuenta de las dificultades que tienen otras ciudades para acoger eventos cuya preparación debería ser, a priori, mucho más sencilla. Basta irse a París, o Saint Denis, para comprobar que estas cosas no son tan fáciles como pudiera parecer.
Y, sin embargo, a mí me ha quedado un regusto amargo, incluso por el hecho de ser tan buenos anfitriones. Porque tengo la impresión de que eso es (casi) todo lo que hemos sacado en claro. Hemos puesto la casa y hemos servido las copas de una manera excelente, los grandes países han quedado contentos, nos han dado unas palmaditas en la espalda y nos han dejado una propinilla. Gran servicio. Recogemos y dejamos las mesas y los cubiertos preparados para el día siguiente, que en este caso es la campaña de verano. Está bien. Que nadie me malinterprete, no tengo nada en contra del turismo, ni mucho menos, aunque tampoco es bueno olvidar que se trata de una industria con baja productividad y que especializarse en actividades que generan poco valor añadido y son, en gran medida, estacionales, condena a muchos trabajadores a empleos precarios, con alta rotación laboral y bajos salarios. Menos es nada, dirán algunos. Claro, pero deberíamos aspirar a algo más, creo yo.
Por ejemplo, a desarrollar una política industrial que genere puestos de trabajo bien remunerados. O, dado que esto no se hace de un día para otro, potenciar un turismo que se centre en la calidad más que en la cantidad. O, puestos a desear imposibles, podríamos incluso pedir que, si se celebra una cumbre de la OTAN en España, en la agenda se traten también temas que son de nuestro interés y no solo aquellos que les importan a las grandes potencias. Para variar. Porque no vamos a negar que la agresión de Putin a Ucrania merece una respuesta firme, o que Rusia y China representan, o pueden representar, una importante amenaza para los países de la Alianza Atlántica. Ahora bien, ¿la principal? Pues para España desde luego que no.
Para España la principal amenaza es eso que nuestros socios han llamado eufemísticamente el flanco sur porque ni Estados Unidos ni Francia quieren molestar a quien no les interesa que se moleste con ellos. Ellos tienen otras prioridades y no las van a cambiar solo porque nosotros nos veamos amenazados. Ya lo dijo Stoltenberg: hay que aumentar el gasto militar para protegerse de Rusia y de China, pero la activación de la cláusula de defensa mutua no es inmediata en el caso de Ceuta y Melilla. Así que vamos a reforzar el Tratado para defendernos de sus amenazas, pero cuando toca hablar de las nuestras la respuesta es la que dio Larra, vuelva usted mañana. Otros países que tienen menos complejos no transigen por ahí (véase las condiciones que ha puesto Turquía para permitir el acceso de Suecia). Pero nosotros nos conformamos con servir bien a los comensales y recibir la palmadita en la espalda. Y así nos va. Cada vez más fragmentados dentro y más pequeñitos fuera.
Ismael Ahamdanech Zarco
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