
sumar
Manuel Tamariz | Adiós a la Yolanda congresista. Hola a la Yolanda política.
Esa es la impresión que a uno le queda cuando el pasado 8 de julio la ministra Díaz decidió aparcar su retórica concienzuda para abrazar el discurso vacío de contenido y rebosante de sentimentalismos.
Cada cual con su ideología, pero es difícil negar que la ministra no haga a veces un buen uso de su escaño y aun tomando precauciones, he de decir que muchas de sus réplicas en Cortes destacan por tener una base de datos estudiada y eficaz. Una base que este proyecto que lidera empieza careciendo. Cierto es que uno debe saber dónde y a quién tiene delante al realizar un discurso público. Pero en la presentación de un proyecto político no todo pueden ser buenas formas y ganas de animar al personal. También deben darse a cambio ideas y propuestas, al menos si la intención, seria como pretende ser, es “crear otro modelo de país”.
Como se habrán dado cuenta esto no es nada nuevo y decenas de columnistas ya se han hecho eco de esta falta de argumentario. Si no fuera por el pasado que precede a Yolanda nadie sería capaz de adivinar si lo que pasó ese 8 de julio corresponde a un pastiche de odas al progresismo posmoderno, la suma de una multitud de arengas dirigidas por el avestrucismo de una cara conocida o si más bien se trató de una terapia de grupo abierta al público y envuelta en reivindicaciones. Al menos veo algo de utilidad en esta última. Afortunadamente conocemos a Yolanda, su militancia en el agónico PCE y su atrayente puesta en escena para muchos sectores de la izquierda. Por ello podemos tener una vaga idea de lo que quiere hacer, aunque aún no sepamos bien cómo y mediante qué acciones lo quiere llevar a cabo.
Uno espera que, después de tanto aplazamiento, ese proceso de escucha que empezó hace poco menos de un año tuviera algún fundamento teórico en su presentación oficial. Sin embargo, Yolanda Díaz ha preferido rodear- eso sí con abrazos y ternura -la todavía desconocida propuesta programática de “Sumar”. Espero no ser el único al que le fue incómodo de escuchar un discurso de más de 20 minutos repleto de palabras biensonantes metidas a calzador, como si a la enésima vez que hablara de esperanza se avivara en nosotros la lengua de fuego del progresismo barato. Eso sí, acabarán haciendo mella todos estos sentimentalismos y la maleta de Yolanda va ya demasiado cargada. No diré que no sea fácil emprender el viaje por España con una carga así, pues en cuanto al peso son más cómodas las apelaciones al sentimiento que a la razón. Ocurre que toda esa superflua retórica ilusionante ocupa un espacio extraordinario que no deja hueco a un argumentario concreto.
Desconozco si serán los acúfenos de las tensiones internas los que atormentan al movimiento y no le dejan progresar en materia de fondo. Lo que está claro es que una ministra que replicaba con los datos en la mano no puede seguir revistiendo a un proyecto en los huesos de flores y ornamentos. Al final alguien, en algún momento, deberá de decirle que lo que hace es decorar un cadáver. Exactamente al cadáver desenterrado del Podemos de 2015. Ambicioso en su plan, ese Podemos recogió bien el descontento derivado del 15-M. De esa formación, Yolanda ha arrancado el tono bronco y confrontacional. La ministra le da ese toque desenfadado propio de su carácter y que, en vez de movilizar siguiendo la ola pesimista, lo encara de forma distinta, a contracorriente, dando pie a un optimismo que la sociedad española carece.
Sin embargo, la líder de este “movimiento ciudadano” se ha llevado de largo también el cuerpo ideológico y desechado gran parte del contenido sin haber encontrado todavía un reemplazo. Eso sí, se ha quedado con la esencia de los debates estériles sobre identidades y sentimientos que tanto le alejan de otros más relevantes. En definitiva, lo único que vemos ahora es un conjunto de huesos bien decorados que animan a bastantes nostálgicos. Pero con sumar sentimientos no basta.
Manuel Tamariz
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