
7-julio
Andy Fernández Torre | Desde distintos lares es habitual reprochar y responsabilizar al pueblo español y su supuestamente particular ignorancia de los problemas. Desde la izquierda sociológica es habitual haber recibido el relato nacional-católico de la Historia de España que retrata un pueblo reaccionario, cegado por la ignorancia, la fe y por lo tanto ancla anti-moderna de poderes tiránicos. Así, este volksgeist se convierte en un recurrente deus ex machina para resolver cualquier interrogante de nuestro complejo pasado: ¿Por qué España es un fracaso? O por poner un ejemplo más concreto: ¿Por qué fracasó el avanzado liberalismo gaditano? Parece ser que los franquistas tenían razón cuando explicaban que los españoles de entonces -como los de ahora- luchaban sólo por la Cruz, contra la Ilustración.
Este relato es falso, no es el de la izquierda histórica y está acompañado de profundos olvidos que la “memoria histórica” no va a corregir. Uno de estos olvidos es el 7 de julio de 1822. La influencia del Franquismo no está en que pensemos España como una nación en el siglo XIX o en la actualidad, cosa que en el sentido moderno agitaría a un buen franquista. La influencia del Caudillo reside en que la izquierda española niega el mito y la existencia histórica de un pueblo con hambre de libertad, que no necesita una regeneración metafísica por las manos de grandes pedagogos. El problema es que la democracia del 78, a conciencia o no, recicló imágenes del Franquismo para educar a los españoles en que necesitaban una gran empresa y “un gran hombre” como diría Azaña, que les redimiera. Llámese europeización, Felipe González, Pablo Manuel, etc.
No parece interesante para el poder que el pueblo tenga autoestima. No interesa que recuerde y celebre eventos como los del 7 de julio de 1822. Mazzini, mítico patriota y republicano italiano -pero también testigo de la época recogido por Gil Novales- anunció que los enemigos de la libertad tratarían de “borrar el recuerdo de esta jornada de los fastos de la historia” (De l’Espagne en 1829…). Es decir: de la memoria. El recuerdo perduraba cuando Pi y Margall llamaba a la revolución en 1854, Galdós escribía su novela décadas después o la gente celebraba en la correspondiente festividad en la II República como recogía la prensa.
¿Qué ocurrió el 7 de julio? ¿Por qué fue importante? El 7 de julio el pueblo español paró un golpe de estado de los minoritarios ultramontanos, liderados por el rey felón. La revolución de Cádiz, que poco tenía que ver con lo que hoy entendemos por liberalismo y democracia, no fue derrotada por la plebe nacional-católica. Fue enterrada por las indecisiones de materializar un proyecto contradictorio, especialmente en términos de clase y como era habitual en la época. Pero, sobre todo, fue derrotada: por una coalición europea bien nutrida, cuya objetivación más conocida fueron los Cien Mil Hijos de San Luis.
Estos mercenarios franceses nos suenan, pero la influencia del Franquismo es tan grande, que la supuesta izquierda, ni muchos científicos sociales y pájaros saben interpretarlos. Prefieren luchar contra fantasmas y confiar en que la dulce Europa auxiliará desinteresadamente en favor de la libertad peninsular, mientras esquiva sus deberes domésticos. Pero volviendo al tema de la memoria, no es que la derecha se haya apropiado de la Historia de España, es que mucha izquierda se regocija en las lecciones que el Franquismo -que no la derecha- le enseñó.
Andy Fernández Torre
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