
rusofobia
Jon Viar | Por lo que sabemos, en la mal llamada Edad Media el bufón era el único sujeto que estaba autorizado a reírse impunemente del monarca absoluto. En la obra teatral titulada Escorial, del belga Michel Ghelderode, el bufón Folial no tiene reparo en mofarse del Rey. El bufón no respeta el cetro, ni el trono ni la corona. No respeta nada. El bufón existe para reivindicar el derecho a la blasfemia. Existe para que no estemos muertos en vida.
El artista (como el bufón) es un sujeto incómodo para el poder. Siempre está condenado. Expone su obra al mundo y con suerte recibirá halagos, insultos, incluso algún elogio. La mayoría solo recogerá indiferencia. En la reciente edición de las obras completas de Fernando Fernán Gómez, el crítico Manuel Barrera recuerda que el fracaso de la obra de Fernán Gómez Los domingos, bacanal fue tal que, “días después, en la calle, los miembros de una familia, que salían de la representación, indignados por lo que acababan de ver, lo rodearon, lo denostaron y lo insultaron con tal violencia que otras personas desconocidas tuvieron que acercarse a defenderlo”. ¿Cuál debe ser el papel del artista? Creo que un artista debe ser testigo de su tiempo y pensar contra sí mismo, sin miedo a exhibir sus propias miserias. Heiner Müller era visto como un comunista en los países occidentales, su obra Mauser fue consideraba una apología del estalinismo. Sin embargo, Müller fue expulsado de la Asociación de Escritores de la RDA en 1966. Ese es el destino del artista: estar siempre fuera de lugar. Pienso en todos esos creadores que convivieron durante del constructivismo ruso. A la muerte de Lenin, el pintor Malévich, el músico Stravinsky, el cineasta Einsenstein o el poeta Mayakovsky sufrieron la persecución estalinista. ¿Deben ser censurados hoy por su nacionalidad?
En su mensaje del Día Internacional del Teatro, Peter Sellars dice que mucha gente está al límite mientras la violencia estalla. ¿Cómo reaccionar? ¿Qué hacer? – diría Lenin. La filarmónica de Múnich despidió al director de orquesta Valery Gergiev por negarse a condenar públicamente la invasión de Ucrania. El Festival de Cannes también anunció que no aceptará delegaciones rusas en su próxima edición. Si se trata de apartar toda instancia vinculada al Gobierno de Putin, parecería razonable. Lo incomprensible sería que las películas rusas fuesen vetadas de la selección oficial (lo que no queda claro en el comunicado). Son casos discutibles, pero la paranoia se ha instalado en todas partes. La Filmoteca de Andalucía canceló la proyección de ‘Solaris’, de Andréi Tarkovsky. La Academia del Cine de Ucrania ha expulsado al reconocido director Sergei Loznitsa por negarse a boicotear a los cineastas rusos: “Esto es nazismo. Un regalo de la academia de cine ucraniana a la propaganda del Kremlin” – afirmó Loznitsa. En una de las primeras secuencias de Donbass, de Loznitsa, una vecina irrumpe en el pleno municipal de un ayuntamiento ucraniano y vierte un saco de estiércol encima de la cabeza del alcalde. En ese momento los asistentes al pleno graban la disputa con sus móviles. Es la sociedad del espectáculo en estado puro. No hay siquiera un instante para reflexionar pues la acumulación de espectáculos es tal que no se puede asimilar. Walter Benjamin lo explicaba a su manera cuando afirmaba que la humanidad “se ha convertido en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético”.
Y esa destrucción se acelera, en medio del pánico nuclear, con la penalización del chiste. El humor siempre ha sido cruel y la capacidad de reírnos de nosotros mismos es lo que nos permite soportar el dolor y las intemperancias de la vida. Ahora el chiste es sustituido por el espectáculo grotesco, el grito y la violencia.
Hoy, hasta los bufones censuran a sus compañeros. Y los agreden. Cuando Will Smith abofetea a Chris Rock por un chiste sobre la calvicie de su mujer, ya nada está permitido. Si el objeto del chiste fuese un hombre, la reacción no hubiese sido la misma, pero en este caso había que hacer una demostración de fuerza. En medio de la eucaristía “woke”, un simple chiste desata la pulsión del macho alfa que se ve obligado a defender la “honra” de su hembra, como sise tratara de una obra de Corneille.
Sigmund Freud explica el proceso de lo cómico en El chiste y su relación con lo inconsciente. El padre del psicoanálisis entendía que lo cómico se produce en primer lugar como un hallazgo no buscado en los vínculos sociales: “No obstante, lo cómico puede ser desasido de las personas cuando se discierne la condición bajo la cual una persona aparece como cómica. Así nace lo cómico de la situación, y con ese discernimiento se establece la posibilidad de volver adrede cómica a una persona trasladándola a situaciones en que sean inherentes a su obrar esas condiciones de locómico. El descubrimiento de que uno tiene el poder de volver cómico a otro abre el acceso a una insospechada ganancia de placer cómico y da origen a una refinada técnica.” Ahora que el placer es pecado y nada está permitido, los filósofos, los críticos y los charlatanes nos dedicamos a contemplar el mundo y sus expresiones artísticas, pues hemos fracasado en todos los intentos por cambiarlo. Ahora que el chiste está prohibido, solo queda la censura. Es la hora estelar del populismo.
Jon Viar
- La voz de la dignidad - 27/06/2022
- Cancelación y rusofobia en la sociedad del espectáculo - 14/04/2022
Voy a decir una obviedad: ni todos los rusos apoyan la invasión de Ucrania ni todos los que la apoyan son rusos. Sin ir más lejos, Marine Le Pen siempre ha apoyado a Putin. Hacer pagar los platos rotos a cualquier persona que tenga nacionalidad rusa por lo que está haciendo su presidente es un error que se nos puede volver en nuestra contra.